“El agua de mar de mis células reacciona recodándome que soy mar y que el mar está en mí” (Jacques Cousteau)
Así es el Yoga. Un camino que nos lleva al origen de nosotros mismos. Una inspiración profunda de oxígeno se transforma. Se mezcla con la materia líquida de nuestro cuerpo llegando así hasta el último rincón. Dándonos la vida en cada instante. Recorriendo el momento presente. Somos conscientes así de nuestra existencia.
El Yoga nos sugiere el uso del esfuerzo justo. La justa medida que nos aporta esa mirada objetiva y un estado mental neutro. En la neutralidad la inmovilidad, en la inmovilidad el abandono del ego. Y, como en las profundidades del mar, aparece la luz pura y resplandeciente de lo que somos. Entonces nos encontramos en el centro del universo.
En la vida, el ser humano recorre un proceso evolutivo. El niño y el joven van entre la expansión de explorar, descubrir y experimentarlo todo, a la contracción de tener que integrarse y concretarse. Sólo el maestro y el adulto que comprende su propio papel en la compleja trama del mundo en transformación, puede ser una sana referencia y acompañarlo en ese proceso. Es por ello que los ciclos vitales se conectan.
Por eso desde aquí propongo un nuevo camino que explorar y un modo diferente de crear. Este será un espacio dirigido para que las personas se regalen silencio y descubran la libertad de movimiento. Un espacio saludable donde ocuparse de sí mismo para entender desde sí lo que le rodea.